Las persianas se han vuelto rojas. Y yo voy a reventar este despertador contra la pared. Cualquier día de estos. Cualquier mañana de éstas que vuelva a hacerte desaparecer tan de repente. Y esa voz... esa maldita voz que no hace más que recordarme a ti. A tus perdiciones. Tus señoritas. A nuestras bajadas al infierno en las que yo me sigo muriendo de frío. Tú te templas, y agarras unos cuantos kilos de temperatura máxima, los suficientes para ir tirando. Los necesarios para que, al mismo tiempo, yo me reduzca a grados bajo cero, sin entender todavía muy bien los fundamentos de las leyes físicas.
Últimamente la gente que me cruzo en los pasillos se santigua. Puede que sea yo, que nunca he sabido controlar el volumen de los pensamientos. Que los decibelios empiezan a ser demasiado lujuriosos. Puede que me hunda, si me sigues calentando las ganas. Y aquí la gente mira raro, cuando les destrozas sus esquemas predeterminados.
Últimamente la gente que me cruzo en los pasillos se santigua. Puede que sea yo, que nunca he sabido controlar el volumen de los pensamientos. Que los decibelios empiezan a ser demasiado lujuriosos. Puede que me hunda, si me sigues calentando las ganas. Y aquí la gente mira raro, cuando les destrozas sus esquemas predeterminados.
"Matemáticamente el amor es un error... siempre fui de letras, así son las cosas..." Luis Ramiro