viernes, 22 de agosto de 2008

impercepción

Deberías saber que estoy acojonada. Que tus pupilas me están gritando todos los estímulos que tus últimas neuronas cuerdas no se atreven a enviar en forma de palabras a tu boca. A veces la razón termina perdiendo la cabeza. Y no queda nada. No sirve nada con un aporte calórico superior al de la vergüenza. Supongo que eso es mejor que escupir en el retrete todos los múltiplos de siete convertidos en años de mala suerte. La delgadez vomitada en cristales. Mirarte en el espejo y preguntarte cómo coño vas a sobrevivir esta vez a la hoja verde. No darte cuenta de que lo realmente importante es ser capaz de ver en él reflejada tu alma.
Deberías saber que me siento pequeña. Pequeña, sí. Y cobarde. Cobarde creo que también porque empiezo a sudar gotas de impotencia cada vez que intento gesticular un “todo va a salir bien”. Y en realidad sé que todo va a salir bien. Me gustaría pensar que todo va a salir bien. Pero todo se complica cuando te tengo enfrente, te miro por dentro (porque sé que por fuera ya estás harta de que se te claven las miradas de la muchedumbre) y me doy cuenta de que el vacío que queda entre tu corazón y tu pecho es aún más grande que el que soportas unos centímetros más abajo, en tu estómago. Debería darme vergüenza, haberte visto apenas un par de veces en todo el invierno y no ser consciente de todos los kilos de vida que se te ha llevado el frío. Y ahora pesa. Pesa ver dibujada en las líneas de tu mano derecha la vía de escape que han encontrado sus extremidades para ver si así, te adelgazan la vida y merece un poco más la pena. Pesan los gramos de una avería en la percepción que te está consumiendo por fuera y destrozando por dentro.


"Scratch the air when you laugh... squeeze the universe between your fingers, it all fits inside a little boys pocket" Marlango.