Lo intento, te juro que lo intento... hasta me he decidido a cambiar de pluma por si era ella la culpable de no dejarme pasar página. Continua ingenuidad que siempre termina posando mis pies sobre la tierra y recordándome que todavía resulta imposible dejar a un lado mi desmesurada dependencia. Dependiente de todo lo que tenga que ver contigo y pendiente de una aguja que me inyecte otra dosis que no seas tú... otro tipo de dopamina que se cuele por mis venas y estimule la parte de mi pecho a la que no le das tregua y se altera, se altera de escuchar siempre el mismo latido impar exento de ser respondido. Alteraciones orientadas a satisfacer la dependencia de necesitarte sin satisfacerla... Comienza mi síndrome de abstinencia en otro estado de vigilia, estado de mirada perdida en el vacío que no deja de resbalar por las paredes de mi habitación hasta llenarse de lo poco que me queda para adormecer el mono. Ya llegas tarde otra vez, y otra vez vuelvo a quedarme vacía de versos que meter en la maleta y viajar lejos de la adicción de seguir convirtiendo tu locura en cordura. Adicta a todos los vasos que me llenas de quizás... y a los que vacías de beberte los resquicios de esperanza. Adicta hasta de lo cara que está la vida como para comprar los gramos suficientes para calmar mi adicción. Quédate aquí conmigo, lo más lejos a mi lado, para no darme cuenta de que, después de todo, las promesas no son más que un tercio de la realidad. Y no me importa, a estas alturas he optado por acostumbrarme y no me importa por cuánto te vendas. Sólo necesito otra dosis... soy adicta a ti.
"Qué tiene tu veneno que me quita la vida sólo con un beso, y me lleva a la luna, y me ofrece la droga que todo lo cura... dependencia bendita, invisible cadena que me ata a la vida..." Fito.