Me han recordado que si no llega a ser por mí, no nos habríamos dado cuenta de que teníamos que conocernos. Porque esto es así. Cuando las conexiones entre mi sinrazón y la lógica producen cortocircuitos, me pasan cosas como ésta. Como la insensatez de mirar a alguien desconocido a los ojos y sentir unas ganas enormes de conocerle. No sé si fue tu guitarra, tu etiqueta de “ciudadana del mundo” o tus gafas de pasta blanca, pero ese día acepté un paseo en pelotas por plena Gran Vía madrileña. Vestidas de ideas desnudas, muriéndonos de frío. Y me lo debes. O te lo debo, porque si te estoy escribiendo ahora es para darle algún punto de quietud a mi conciencia. Y lo peor de todo es que me estoy dando cuenta de todo esto porque hoy ha sido un día de mierda. Empiezas a pensar en todos los abrazos que te faltan y sientes que te ahogas. Que te ahogas si no tienes a alguien que te agarre fuerte. Así que he pensado en regalarte un hilo de los que han quedado colgando de mis zapatillas verdes. Y si ves que me escaqueo, pues me tensas. Y puede que todo quede en un bonito intento (porque soy así, así de terca y obstinada), pero supongo que me dejarás tirar de él cuando al cabo de unos días me dé cuenta de que la he vuelto a cagar. Y bueno, de que te he echado de menos.
"En algún resquicio perdí todo el juicio, soy el paso torpe que te pisa al bailar... no estoy triste, es sólo cierta estupibilidad" Tiza.