Y continua persiguiéndome la V, aunque más bien, una vez más, soy yo quien la sigue a donde quiera que vaya. Pero esta vez no ha sido la cordoVesa la que me ha girado la cabeza, sino la tuya, que para mí vale tanto o más que la que tiende a tomar una postura circular.
400km hacia el norte del centro que se convirtieron en un viaje al fin del mundo. 400km interminables y a la vez tan deseados que parecían no avanzar, y cuando mi noción de la distancia y del tiempo se había desorientado por completo, por fin me encontraba allí; delante de ti, de ti, de ti… aunque al principio creyerais haber visto a mi doble. Bastó un pellizco para saber que todo aquello era real, que tú y yo éramos de carne y hueso, que todos esos intentos de convicción habían dado su fruto… Ya estaba allí.
Las calles de Madrid ocultaban una multitud de secretos, incluso esas zapatillas verdes que tú seguirías por donde quiera que anduviesen. Sin embargo, las agujas de sus relojes corrían más rápido que en cualquier otra parte, tan rápido que sin apenas darme cuenta tenía a mi V delante guitarra en mano y en la otra un puñado de buenas canciones… y nervios, muchos nervios. Nervios por tener clavados a unos cuantos pares de ojos delante de ti… y nervios por tenerte ahí delante por primera vez, por querer demostrarle a todo el mundo lo mayúscula que es esa V, y no sólo en el sentido artístico.
Ya decían las malas lenguas que los últimos días estabas más antisistema que de costumbre, así que qué mejor forma de empezar que por los finales, para que se escucharan con fuerza desde el otro lado del charco… La temida cuenta atrás estuvo presente para recordarnos que la espera será larga hasta que los acordes de alguna guitarra nos vuelvan a juntar. Pero bastaron unos polvos en el aire para maquillar esa noche de interminable… polvos que volaron por toda la sala con una seguridad irreconocible hasta que se colaron por tu nariz haciéndote estornudar un acorde equivocado, y aun así, las palabras siguieron saliendo de tu voz desenmascarando esos ojitos que buscaban asustados los de la chica de las promesas. Pero fueron las fuerzas imparables los que humedecieron otro par que se encontraba a mi vera y que yo traté de secar con el mayor cuidado posible, porque eran los más sinceros que había visto nunca.
Fueron aquellos dos primeros ojos prometedores los que se subieron para despertar a Lucía y dejarnos a todos con ganas de seguir escuchando ese equilibrio entre dos de las voces que han formado parte de la banda sonora de mi vida estos últimos meses. Así nos encendieron el corazón derecho, porque el izquierdo ya estaba a flor de piel. Sus latidos cada vez más fuertes… más fuertes a cada instante. En ese momento sí que te hiciste invencible, con un rifle más con el que combatir tus letras recién traído de la capital de C. la Mancha. Y entre disparo y disparo la V apuntó hacia el momento más emotivo de toda mi noche devolviéndome la misma moneda de hacía unos días en forma de canción. Te aseguro que aunque mis mejillas dijeran lo contrario, esa moneda me la guardo en el bolsillo para siempre.
Pero ya no me bastaba nada y quería más, más, más… ni siquiera me importaban las cursiladas por titulares de tus temazos. No estaba dispuesta a perderme ni una nota contigo, y tampoco entendía cómo alguien había sido capaz de llenar tu baúl de cicatrices… La gente no tiene ni idea de lo que se pierde. Aunque otra V que también quiso hacerse notar sí que tenía claro que te iba a echar de menos…
Au revoir al Artépolis, al escenario, a Paris… se acercaba el final de la primera parte, pero se abría la puerta pintada con tiza para dar paso a unos dedos que saben muy bien cómo acariciar seis o cuatro cuerdas, a otros que golpeaban como palos unas teclas blancas y alguna que otra negra, y a los más importantes, a los de tu chica de las promesas, que corazón en mano fue regalándonos un trocito a cada uno de los allí presentes.
Ya lo ves princesita, ni siquiera la distancia me deja ir sin ti;).
"Ni cielo, ni aire, ni estufa que aguarde, mis pies dando vueltas bajo tu edredón... pasé por tu calle y había oleaje en tu habitación. Suicidar acordes, cambiar de pronombre compuesto, ahora sólo yo. Ni techo maltrecho, ni esquina en el pecho que me haga pasar de estación..." Tiza.