¿Has subido alguna vez a la Luna? Yo sí, me acabo de patear media. O menguante, como quieras decirlo. Me he sentado en el vértice de mi hemisferio lunar y me he dedicado a mirarte de reojo. A ver si así, a miles de millones de años luz, soy capaz de devolverte todas las mitades que han dejado de complementarme. No sé si lo he conseguido, pero te aseguro que por un instante me he sentido incompletamente completa, como si los hilos de los que te he hablado alguna vez empezaran a sentir vértigo y fueran perdiendo consistencia hasta desenredarse por completo. Y justo ahí, entre revoluciones sinódicas y siderales, he dejado que una estrella me metiera mano y lanzara al vacío todas las medias naranjas exprimidas y las mitades gemelas de diferente alma. A estas alturas del planeta, soy perfectamente consciente de que tu cuerpo y el mío nunca han llegado a formar una única figura simétrica.
¿Sabes? Me parece que desde aquí arriba los colores de la Tierra se vuelven de un tono más transparente, me explico; es como si ahora que he atravesado la capa de ozono y que aumenta la escasez de oxígeno, comprendiera que, realmente, las veces que compartíamos aliento, ni siquiera éramos capaces de mantener una única respiración. Y no, no estoy buscando culpables, pero te he visto correr hacia la orilla hasta calarte los pulmones de salitre, y me he dado cuenta de que mientras tú te dedicabas a buscar el mundo, yo encontraba el universo en los posos de tu café. Ahora me toca pedir a mí; sólo y con sal, para la resaca de recuerdos.
"Ya lo sé... nada importa tanto, ya lo sé... fuimos sólo corazones de alquiler." Rebeca Jiménez