Empate a cero. Ni más ni menos. Llevamos casi dos años de prórroga y soy incapaz de comprender tus tiros a puerta. Aunque sabiendo que siempre llegas con el Sol, supongo que la mejor defensa para el campo del olvido sería la huelga de corazones. Sí, yo también he preferido alquilar uno para estos meses en los que el calor altera los latidos de algunos y obstruye la arteria aorta de otros. A mí es que contigo suele terminar pasándome lo segundo, y quedarme vacía por dentro cuando el mío comienza a asfixiarse en pleno agosto, empieza a pesar demasiado. Empiezo a sudar demasiado... y tú y yo nos seguimos quedando en cuartos. En tus cuartos. Y a mí, que ya me he aprendido todos tus regates de memoria, me siguen goteando las entrañas. Me sigue resultando sencillamente incomprensible el hecho de que tu habilidad de entrega y devolución rápida del balón desequilibre la gran mayoría de mis jugadas.
A mí me gustaría decirte que no te necesito, que la próxima vez que nos veamos yo misma sacaré la tarjeta roja del bolsillo de las despedidas y que meteré en una pelota del tamaño del asteroide B 612 todos los fuera de juego que he ido sumando por acercarme más de lo pensado. Sólo eso. Los recuerdos creo que me los quedaría yo, porque a estas alturas del partido me recuerdan a ti más que tú. A mí me encantaría que fuéramos capaces de un último tiro penal. Sin barrera, sin distancias; y con la máxima seguridad de atravesar completamente la línea de meta. Y una vez ahí, entre los postes laterales de tu izquierda y de la mía, enredaría los latidos para no tener que volverlos a coser cada próximo verano. Te ganaría y punto. Punto pelota.
A mí me gustaría decirte que no te necesito, que la próxima vez que nos veamos yo misma sacaré la tarjeta roja del bolsillo de las despedidas y que meteré en una pelota del tamaño del asteroide B 612 todos los fuera de juego que he ido sumando por acercarme más de lo pensado. Sólo eso. Los recuerdos creo que me los quedaría yo, porque a estas alturas del partido me recuerdan a ti más que tú. A mí me encantaría que fuéramos capaces de un último tiro penal. Sin barrera, sin distancias; y con la máxima seguridad de atravesar completamente la línea de meta. Y una vez ahí, entre los postes laterales de tu izquierda y de la mía, enredaría los latidos para no tener que volverlos a coser cada próximo verano. Te ganaría y punto. Punto pelota.
"¿Tienes un cigarro? ¿Qué me das a cambio? Se pide por favor... Yo te doy el mundo a largo plazo y a corto un trago de ron... Y entonces se rió" Luis Ramiro.