A veces soy tan frágil... comienzan sonando los acordes con los que es inevitable acordarse de ti.
Un puñado de palabras fue suficiente para saber que merecía la pena probar suerte, para cerciorarme de que detrás de esa armadura, que ya había dado señales de su dureza, se escondía mucho más, tanto, que ni siquiera cientos de kilómetros de por medio son capaces de impedir ahora que te sienta a mi lado. Porque es aquí mismo donde tú te encuentras, tú y tus soliloquios, que me invitaron a escucharles mucho antes de que tú te dieras cuenta. Y no, ya no estoy segura de saber discernir entre azar y destino, pero lo que sí sé es que repetiría la misma locura una y mil veces, aun sabiendo que cada paso que avanzo contigo complica en grandes proporciones la espera del siguiente. Y las únicas culpables son esas pequeñas cosas que, como siempre has dicho, con el tiempo se hacen gigantes. Cosas como darme las buenas noches cada día, sin decir una palabra, antes de que tus ojos dejen de soportar el peso de tus párpados. Cosas como descolgar una noche el teléfono y escuchar al otro lado la letra de la primera despedida. Simplemente, cosas como que te empeñes en invitarme a un capuccino demostrándome que tu vena norte puede llegar a ser aun más persistente que la mía propia.
Y mientras tanto sigo sujetando con la yema de los dedos la paciencia con la que intento acercar el momento en el que todos los relojes de la cuenta atrás dejen de marcar los miles de segundos que me impiden ser yo quien te ofrezca un café. Marcadores a cero y esta vez soy yo quien te da la sorpresa, que las tuyas empiezan a convertirse en rutina por todas las veces que me hacen plantearme si realmente quisiera tirar del lazo que sujeta tu envoltorio o si preferiría seguir siendo víctima de esa magia que haces tan real a poquito que me recuerdas que podría pasarme una vida entera intentando descifrar tu jeroglífico. Magia cuando no dejas de sorprenderme, magia cuando leo todo lo que teclean tus manos sobre un fondo negro, magia cuando escucho las últimas notas que han salido de tus seis cuerdas, magia cuando me dices que todavía estás conmigo... Magia es verte sonrerír.
Un puñado de palabras fue suficiente para saber que merecía la pena probar suerte, para cerciorarme de que detrás de esa armadura, que ya había dado señales de su dureza, se escondía mucho más, tanto, que ni siquiera cientos de kilómetros de por medio son capaces de impedir ahora que te sienta a mi lado. Porque es aquí mismo donde tú te encuentras, tú y tus soliloquios, que me invitaron a escucharles mucho antes de que tú te dieras cuenta. Y no, ya no estoy segura de saber discernir entre azar y destino, pero lo que sí sé es que repetiría la misma locura una y mil veces, aun sabiendo que cada paso que avanzo contigo complica en grandes proporciones la espera del siguiente. Y las únicas culpables son esas pequeñas cosas que, como siempre has dicho, con el tiempo se hacen gigantes. Cosas como darme las buenas noches cada día, sin decir una palabra, antes de que tus ojos dejen de soportar el peso de tus párpados. Cosas como descolgar una noche el teléfono y escuchar al otro lado la letra de la primera despedida. Simplemente, cosas como que te empeñes en invitarme a un capuccino demostrándome que tu vena norte puede llegar a ser aun más persistente que la mía propia.
Y mientras tanto sigo sujetando con la yema de los dedos la paciencia con la que intento acercar el momento en el que todos los relojes de la cuenta atrás dejen de marcar los miles de segundos que me impiden ser yo quien te ofrezca un café. Marcadores a cero y esta vez soy yo quien te da la sorpresa, que las tuyas empiezan a convertirse en rutina por todas las veces que me hacen plantearme si realmente quisiera tirar del lazo que sujeta tu envoltorio o si preferiría seguir siendo víctima de esa magia que haces tan real a poquito que me recuerdas que podría pasarme una vida entera intentando descifrar tu jeroglífico. Magia cuando no dejas de sorprenderme, magia cuando leo todo lo que teclean tus manos sobre un fondo negro, magia cuando escucho las últimas notas que han salido de tus seis cuerdas, magia cuando me dices que todavía estás conmigo... Magia es verte sonrerír.
Magia es probar a volcar lo que hay en el fondo de ti, magia es verte sonreír... Magia es probar a saltar sin mirar, es caer y volver a empezar... Rosana.